Foto cortesía de Vinoth Ramachandra

Vinoth Ramachandra, autor de Subverting Global Myths

Los costos humanos de la pandemia se traducen en pérdida de vidas, colapso económico, deserción escolar y pérdida de medios de subsistencia. Pero ahora hay una luz de esperanza con el desarrollo de extraordinarias vacunas que se suman a un ritmo sin precedentes. Estas vacunas son seguras y brindan esperanza a mucha gente.

 

No obstante, hay serios interrogantes en cuanto a quiénes tendrán acceso a ellas y cuándo. Detrás de todo esto se esconde la pregunta más importante de si el interés exclusivo por “soluciones tecnológicas”, además de generar nuevos problemas, puede reemplazar el hecho de abordar los desafíos ecológicos, morales y políticos más profundos que el mundo ha ignorado y que han intensificado y diseminado la pandemia de COVID-19. A menos que abordemos estos desafíos, tendremos que enfrentar el alto riesgo de más pandemias y la decepción de no crecer y aprender de esta.

 

Esta es la realidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido reiteradamente que hay varios virus similares a COVID-19 en el horizonte a menos que tomemos medidas preventivas. Cada año surgen cinco enfermedades nuevas, y todas tienen el potencial de diseminarse a nivel global. Además, el Taller del 2020 de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas advierte que se estima que existen alrededor de 1.7 millones de virus sin descubrir en portadores mamíferos y aves. De todos ellos, la mitad podría tener la capacidad de afectar a los seres humanos.

 

¿Cuáles son las causas subyacentes de estas pandemias? A pesar de que se originan en diversos microbios alojados en reservorios animales, su aparición es impulsada por actividades humanas. Estas actividades incluyen la expansión agropecuaria, el cambio en el uso del suelo y el comercio de especies silvestres que provocan que la vida silvestre, el ganado y las personas tengan contacto estrecho, permitiendo que los microbios de los animales pasen a los humanos. Esto puede provocar infecciones, a veces epidemias, y, en contadas ocasiones, verdaderas pandemias que se propagan por las redes viales, los barrios pobres y los viajes internacionales.

 

Esta es la cuestión fundamental que debemos enfrentar. Muchos de los factores que impulsan las pandemias son similares a los que impulsan el cambio climático. Son nuestros hábitos de consumo insostenibles a nivel global, impulsados por la demanda en países desarrollados y en economías emergentes, como así también la presión demográfica, lo que debemos cambiar. Los análisis científicos y económicos advierten que a menos que hagamos cambios transformadores en los estilos de vida que damos por sentados, los costos del cambio climático junto con las pandemias más frecuentes resultarán desastrosos para toda la humanidad. A pesar de las innovaciones tecnológicas, este será un siglo de crisis, muchas de las cuales serán más peligrosas que la que estamos experimentando en la actualidad.

 

Ahora ya sabemos lo que significa una crisis a nivel global, una que trastorna todo. El mundo ha llegado a sentirse diferente, ya que todas las premisas sobre seguridad y previsibilidad resultaron falsas. No obstante, debemos recordar que las condiciones de “vuelta a la normalidad” son las que permitieron la pandemia de COVID-19 en primer lugar. Según advierte el informe de la Plataforma Intergubernamental: “El enfoque de vuelta a la normalidad ante la pandemia se basa en la contención y el control después de la aparición de la enfermedad y depende principalmente de enfoques reduccionistas relacionados con la vacuna y el desarrollo terapéutico en lugar de reducir los factores que generan el riesgo de pandemia para prevenirlas antes de que emerjan”.

«Una vez que desaparezca la amenaza de COVID-19, no será posible volver a la “antigua normalidad”, ya sea entre naciones o en el ámbito de cada una».

 

¿Cómo puede la fe que, como siempre “busca entender”, dirigir nuestro camino en la oscuridad del futuro? El teólogo moral Oliver O’Donovan se hace esta pregunta y la responde en términos de la esperanza cristiana: “Ninguno de nuestros actos puede ser una condición para la llegada del Reino de Dios. El Reino de Dios, por el contrario, es la condición de nuestros actos; asegura la inteligibilidad de nuestros propósitos” (en Self, World, and Time). Y escuchen a la novelista Marilynne Robinson, una voz sensata en una época de engaño religioso y secularista: “Por naturaleza participamos en cosas eternas, como la justicia, la verdad, la compasión, el amor. Tenemos una visión de estas cosas que no hemos elaborado con la razón, que rara vez aprendimos de la experiencia, que no hemos encontrado en la historia. Sentimos la falta. La esperanza nos lleva hacia ellas” (en What Are We Doing Here).

 

Este no es momento para la nostalgia ni para una postura nacional. Una vez que desaparezca la amenaza de COVID-19, no será posible volver a la “antigua normalidad”, ya sea entre naciones o en el ámbito de cada una. Si alguna vez necesitamos estadistas con visión global, en lugar de meros políticos, es ahora.

 

El Dr. Vinoth Ramachandra vive en Sri Lanka y es el secretario de Diálogo y Compromiso Social de International Fellowship of Evangelical Students. Tiene un doctorado en Ingeniería Nuclear de la University of London. Sus libros incluyen: Gods That Fail, Faiths in Conflict, Subverting Global Myths y Sarah's Laughter: Doubt, Tears, and Christian Hope. Su blog es https://vinothramachandra.wordpress.com/.